2019: el año en que las calles se llenaron de mujeres
Comenzábamos el 2019 con la presentación de una candidata a alcaldesa poco conocida porque casi siempre "estaba atendiendo a sus hijos, como es lo lógico, lo correcto y lo que hay que hacer". Más o menos por las mismas fechas el Colegio de Médicos de Castilla y León expresaba su preocupación por el problema que representaba la feminización de la profesión médica. Valga como pequeñas muestras de lo normalizadas que están ciertas ideas en la sociedad actual.
Pero algo se estaba moviendo en todo el mundo. Si 2018 fue el año del #MeToo en redes y medios 2019 ha sido el año en que las mujeres ocuparon las calles para gritar que ya estaban cansadas.
No puede decirse que fuese una reacción exagerada viendo casos como el de una mujer que se suicidó cuando sus ¿compañeros? de trabajo difundieron un vídeo sexual suyo, o cuando un conocido torero dió la razón al comportamiento de quienes llevaron a esa mujer al suicidio. Es necesario que los hombres denunciemos estas actitudes.
Fue el año en el que Katie Bouman consiguió la primera fotografía de un agujero negro, impresionante logro que recibió una inmediata campaña de descrédito (afortunadamente fracasada). La ciencia sigue siendo, un año más, un entorno agresivo para las mujeres. No es de extrañar que Jocelyn Bell, que de discriminaciones en el mundo de la ciencia sabe mucho (por experiencia propia), haya decidido crear becas para mujeres científicas.
Fue el año en el que la Asamblea Mundial de la Salud aceptó la CIE-11, la Clasificación Internacional de Enferemedades, en la que la Organización Mundial de la Salud dejaba de considerar la transexualidad como una enfermedad. Un paso, sin duda alguna, necesario pero no suficiente. Más o menos en las mismas fechas en las que la Asamblea Mundial de la Salud aceptaban la transexualidad en España, sumida en plena campaña electoral, un partido político intentaba compatibilizar su transfobia con un presunto feminismo. Fue el año en que se cumplió medio siglo de los disturbios de Stonewall, y en el que la comunidad LGTBI pidió a la comunidad educativa que se implicase en la lucha, pero todo parece indicar que será una lucha en la que no serán pocos docentes quienes pasarán por los tribunales simplemente por cumplir con su deber. Desde el mundo de la política se presiona para mantener los roles de género tradicionales, negar los derechos de las personas trans y, en general, acosar política, administrativa y judicialmente al profesorado que se atreva a intentar cambiar las cosas.
2020 va a ser un año de lucha.
Pero algo se estaba moviendo en todo el mundo. Si 2018 fue el año del #MeToo en redes y medios 2019 ha sido el año en que las mujeres ocuparon las calles para gritar que ya estaban cansadas.
No puede decirse que fuese una reacción exagerada viendo casos como el de una mujer que se suicidó cuando sus ¿compañeros? de trabajo difundieron un vídeo sexual suyo, o cuando un conocido torero dió la razón al comportamiento de quienes llevaron a esa mujer al suicidio. Es necesario que los hombres denunciemos estas actitudes.
Fue el año en el que Katie Bouman consiguió la primera fotografía de un agujero negro, impresionante logro que recibió una inmediata campaña de descrédito (afortunadamente fracasada). La ciencia sigue siendo, un año más, un entorno agresivo para las mujeres. No es de extrañar que Jocelyn Bell, que de discriminaciones en el mundo de la ciencia sabe mucho (por experiencia propia), haya decidido crear becas para mujeres científicas.
Fue el año en el que la Asamblea Mundial de la Salud aceptó la CIE-11, la Clasificación Internacional de Enferemedades, en la que la Organización Mundial de la Salud dejaba de considerar la transexualidad como una enfermedad. Un paso, sin duda alguna, necesario pero no suficiente. Más o menos en las mismas fechas en las que la Asamblea Mundial de la Salud aceptaban la transexualidad en España, sumida en plena campaña electoral, un partido político intentaba compatibilizar su transfobia con un presunto feminismo. Fue el año en que se cumplió medio siglo de los disturbios de Stonewall, y en el que la comunidad LGTBI pidió a la comunidad educativa que se implicase en la lucha, pero todo parece indicar que será una lucha en la que no serán pocos docentes quienes pasarán por los tribunales simplemente por cumplir con su deber. Desde el mundo de la política se presiona para mantener los roles de género tradicionales, negar los derechos de las personas trans y, en general, acosar política, administrativa y judicialmente al profesorado que se atreva a intentar cambiar las cosas.
2020 va a ser un año de lucha.
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