Hacen falta traidores, muchos traidores

Creo que fue Donna Haraway la que decía algo así como que somos hijos ilegítimos del militarismo y el capitalismo patriarcal, pero que los hijos ilegítimos suelen ser ser infieles a sus orígenes. Yo nací en una España que se autoproclamaba una, grande y libre, y en la que los hombres hacían las cosas de hombres y las mujeres se encargaban del resto.

En aquella España aprendí que los niños estábamos llamados a convertirnos en hombres y a hacer cosas de hombres, y que los que no lo hacían eran mariquitas. Lo de que los hombres tienen pene y las mujeres no lo aprendí después, un día de verano en el que vi a una prima mía desnuda, y lo de que las mujeres tienen pechos lo supe el día en que vi por la televisión un documental sobre África. Así que yo aprendí primero lo de los roles de género y luego lo del sexo y, años más tarde, lo de la orientación sexual: a los hombres le gustan las mujeres y a las mujeres los hombres, y los mariquitas son raros.

Y con estos mimbres comencé mi adolescencia, construí mi juventud y me hice adulto en la medida de lo posible. Ahora soy un señor con barba que se gana la vida como profesor y, como diría Julio Iglesias, me gustan las mujeres, me gusta el vino. Así que quizá el alumno que un día me preguntó que opinaba sobre los homosexuales esperase que yo, como hombre, le respondiese que los mariquitas son raros. Pero, probablemente para su sorpresa y decepción, me puse en su contra y le respondí que no me preocuparía tener un hijo gay sino tener un hijo homófobo. Creo que fue entonces cuando me convertí en un traidor a mis orígenes: traicioné a un alumno que había sido educado en la misma tradición heteropatriarcal en la que yo me crié y que, en cierta medida, yo mismo contribuí a perpetuar. Nunca fui un santo ni me he considerado un modelo a seguir, pero aquel día me dí cuenta de que mi camino ya no podía discurrir por aquella fantasía machista en la que había crecido y vivido hasta entonces.

Así que, desde entonces, he venido leyendo libros sobre como ser un traidor y asistiendo a cursos y eventos varios sobre formación para traidores. Cometo pequeñas traiciones de forma cotidiana y hago apología de la traición. No se si algún día llegaré a ser un buen traidor pero, al menos, creo estar haciendo lo correcto.

Pero yo solo soy un traidor, y aproximadamente la mitad de la población humana está formada por hombres. Hombres que, en su mayoría, siguen siendo fieles a sus orígenes heteropatriarcales. Demasiados hombres.

Hacen falta traidores, muchos traidores.

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