Brujas, doctoras y médicas, pero no genias

Me preguntan en #EducaIguales por el uso de palabras cuyo significado varía según su género. Me ponen como ejemplos los pares de palabras "zorro" y "zorra" (referidos a hombres y mujeres, respectivamente) y también las expresiones "hombre público" y "mujer pública".

Mas allá de las evidentes connotaciones sexuales de estas expresiones, que pueden ser utilizadas para alabar a un hombre o atacar a una mujer, hay otras palabras quizá menos potentes pero, a cambio, más usadas.

Comencemos por una palabra que no debería aparecer en esta lista pero que, a pesar de todo, voy a mencionar. Me refiero a la palabra "genio", cuya peculiaridad radica en que no tiene forma femenina. No, al menos, según la RAE, para la que (según la quinta acepción de su diccionario) es una persona dotada de genio o, lo que es lo mismo, con una capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas o admirables.

La RAE admite que un "genio" es "una persona", sin especificar su género. Sin embargo es evidente que el uso habitual de la lengua española facilita su uso más con hombres (Antonio es un genio) que con mujeres (Maria Luisa es un genio).

¿A qué podría deberse la inexistencia de la forma femenina de la palabra "genio"? Bueno, en el contexto de la querelle des femmes, ¿qué sentido tendría la existencia de dicha palabra? Durante siglos se negó que las mujeres tuviesen capacidad mental suficiente (no digamos ya extraordinaria) para crear o inventar cosas nuevas o admirables. La propia Mary Somerville, la "Reina de las ciencias del siglo XIX", decía de sí misma:

Tengo perseverancia e inteligencia, pero carezco de genio, esa chispa celestial no ha sido dada a las de mi sexo, somos de la tierra, terrenas; Dios sabe si nos puedan conceder poderes más elevados en otra existencia, en ésta no es de esperar que tengamos genio original en la ciencia.

Tampoco, hasta tiempos recientes, tenía mucho sentido la palabra "doctora" o, al menos, no tenía el mismo significado que el de "doctor". Hoy en tanto hombres como mujeres pueden doctorarse en la universidad, pero no siempre fue así: en España, por ejemplo, el acceso de las mujeres a la universidad no se garantizó por ley hasta el 8 de marzo de 1910, por lo que durante siglos las únicas acepciones de la palabra "doctora", de las que todavía recoge la RAE, eran las siguientes:
  • Título particular que da la Iglesia católica a algunas santas.
  • Mujer que blasona de sabia y entendida. O sea: mujer que presume de su sabiduría: no que sea sabia, sino que presume de ello.
  • Mujer de un doctor.
  • Mujer de un médico.
Y, ya que hablamos de médicos, ocurre más o menos lo mismo con las palabras "médico" y "médica". Con las restricciones impuestas al acceso a la universidad por parte de las mujeres no resultaba fácil encontrar una "médica" (tal y como las conocemos hoy en día) hasta el siglo XX. La única acepción que recoge actualmente la RAE para la palabra "médica" (aparte de la de mujer que ejerce la medicina con autorización, cosa difícil hasta hace unos cien años) es la de mujer de un médico.

De hecho no es solo que se restringiese el acceso de las mujeres a los estudios de medicina: es que, incluso, llegaron a tener prohibido su ejercicio. Se dice que Agnodice se disfrazó de hombre para poder ejercer la medicina y dar, así, la adecuada atención médica a las mujeres que sus colegas masculinos no prestaban. Cuando se descubrió el engaño Agnodice fue llevada ante los tribunales, pero la presión de las mujeres logró salvarla y cambiar la ley para que pudiese seguir ejerciendo la medicina.

No pasó lo mismo, en cambio, durante la Edad Media, época en la que las curanderas fueron perseguidas por toda Europa acusadas de brujería. Desde entonces tanto un "brujo" como una "bruja" son personas con poderes mágicos, probablemente concedidos por el demonio. Pero, según la RAE, "bruja" es también una mujer fea y/o malvada.

Así que cuando hablamos de un "doctor" o un "médico", dicho en "masculino genérico", todavía visualizamos un hombre. Irónicamente, en España, la mayoría de los "médicos" son en realidad "médicas", y la feminización del colectivo irá en aumento dado que la mayoría de "los" estudiantes (masculino genérico) son mujeres. Aún así no son pocas las "médicas" que se quejan de ser todavía confundidas con "enfermeras" mientras a los "enfermeros" se les confunde con "médicos".

Los términos "genio" y "brujo" tienen connotaciones positivas por la capacidad que se le supone a quienes son señalados como tales.

A una "bruja", en cambio, nadie la quiere cerca. Salvo las feministas, que afirman ser las nietas de las brujas que no pudieron ser quemadas. A veces aceptar un nombre rechazado se convierte en un acto de rebeldía.

El lenguaje, por lo que se ve, dista mucho de ser neutro. Y a menudo distorsiona la realidad.


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