Estigmatiza, que algo queda

 

Celebrábamos este martes el día contra la LGTBIfobia y, por si alguien creía que ya no era necesaria la fecha, antes de acabar la semana nos encontramos con un revival de lo que ocurrió hace 40 años al asociar el SIDA con la homosexualidad.

La gente más joven no lo recordará, o quizá incluso no había nacido todavía, así que nos tocará recordarlo a la generación que ya peina canas. En 1982 yo era un crío de catorce años cuando comenzaron a llegar noticias confusas de una enfermedad grave que afectaba, o eso decían, a los homosexuales. Pronto comenzaron a circular chistes de dudosa gracia que asociaban el SIDA con los gais. 

Luego el estigma se extendió a las trabajadoras sexuales. Comenzaron a circular historias de terror sobre malvadas prostitutas que se dedicaban a propagar la nueva enfermedad entre los hombres. Tampoco se escaparon los heroinómanos, sospechosos de dejar abandonadas en los parques jeringuillas infectadas con el virus. Los chistes comenzaron a decir que el SIDA se prevenía con nitratos (ni trato con este, ni con ese, ni con aquel). Así que la población se dividió en dos clases: de un lado homosexuales, prostitutas y drogadictos, y del otro la "gente normal". Hay quien afirma que el concepto queer surgió entonces.

El caso es que el hecho de contraer el SIDA, o el mero hecho de ser seropositivo, se convirtió en una mancha que señalaba a cualquiera como homosexual, prostituta o drogadicto, así que a la gravedad de la enfermedad se sumaba el miedo al rechazo social, lo que probablemente llevó a mucha gente a ocultar tanto como pudo su infección. Mientras tanto la mayor parte de la población seguía con su vida despreocupadamente porque, total, no eran ni homosexuales, ni prostitutas ni drogadictos. 

En 1985 el mundo supo que Rock Hudson era homosexual y se moría de SIDA, y entonces se empezó a ver claro que también los ricos y famosos podían enfermar. La preocupación por el hecho de que quizá el SIDA no fuese una enfermedad de sectores marginales de la sociedad llegaba tarde: ese mismo año, en Francia, gran cantidad de hemofílicos habían sido tratados con derivados sanguíneos contaminados con el VIH sin saberlo. La gente comenzó a ser consciente de que cualquiera podía contraer la enfermedad, pero el estigma seguía vigente en 1991, año en que Freddie Mercury, como Hudson pocos años antes, reveló que tenía SIDA justo antes de morir. Para ese entonces el daño ya estaba hecho: el estigma social había hecho sufrir a un número incalculable de personas y había contribuido a la extensión de la infección.

Ahora, cuarenta años después de aquellos acontecimientos, los mass media comienzan a establecer una relación entre la viruela del mono y la homosexualidad. Todo parece indicar que la transmisión no necesita ningún tipo de acto sexual, pero el estigma ha comenzado a extenderse.

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