La mujer que prefirió ser un cyborg a ser una diosa



By Rusten Hogness ( BY-SA 3.0 )
En el centro de mi irónica fe, mi blasfemia es la imagen del cyborg.

El manifiesto cyborg. Donna Haraway, 1984.

Corrían los años ochenta y todo se estaba revisando. En 1982 Ridley Scott, en su película Blade Runner, llevó a la pantalla grande a androides que eran tan humanos como los humanos. Ese mismo año Alice Walker publicaba El color púrpura, una historia de feminismo y discriminación racial (que ganaría el premio Pulitzer en 1983 y sería llevada al cine por Spielberg en 1985). En 1984 (el "año de Orwell") William Gibson publicó su novela Neuromante, convirtiendo así al cyberpunk en un género digno de ser tenido en cuenta. Ese año, mientras Bill Gates preparaba la primera versión de Windows y Richard M. Stallman comenzaba a distribuir software libre, Steve Jobs ofrecía los productos de Apple "para que 1984 no se pareciera a 1984".


En aquel entorno cambiante la zoóloga Donna Haraway se atrevió a hacer tabla rasa con los modelos establecidos. Haraway, consciente de lo que se propone, se adelanta a todas las críticas presentando su obra como una blasfemia, y proclamando al cyborg como hijo bastardo "del militarismo y del capitalismo patriarcal, por no mencionar el socialismo de estado", pero "los bastardos son, a menudo, infieles a sus orígenes".

No era para menos. Frente a los modelos sociales tradicionales, donde todo era binario, blanco o negro, Haraway veía una gama ifinita de grises. Su criatura, el cyborg, era un ser mestizo de blanco y negro, de hombre y mujer, de humano y animal, de ser vivo y máquina. Todavía, a día de hoy, muchos consideran al cyborg de Haraway como una aberración.

Pero la criatura mestiza de Haraway caló en el imaginario popular. Masamune Shirow, quien había comenzado a publicar su manga Appleseed casi al mismo tiempo que Donna Haraway publicó su Manifiesto cyborg, profundizó en las nuevas ideas en su manga Ghost in the Shell, que sería llevada a la gran pantalla años más tarde de la mano de Mamoru Oshii. En una de las películas de Oshii aparece Donna Haraway, encarnada en una forense especializada en cyborgs.


El concepto de cyborg se hizo fuerte, también, entre colectivos feministas y LGBT no coincidentes con las corrientes mayoritarias a principios de los ochenta, mezclándose con la cultura Queer. Incluso estrellas de la música pop, como Lady Gaga, han construido su imagen en torno a dicho concepto.


Tres décadas después de la obra de Haraway el cyborg sigue siendo un modelo de transgresión.

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